PABLO ALEJANDRO RÍOS BERRIEL
Egresado de la licenciatura en artes visuales 

“Siempre he amado los dibujos…cuando dibujas, miras mucho más intensamente algo.”

Henry Moore

La necesidad de realizar una investigación sobre dos grandes ramas de las humanidades, como lo son: el dibujo y la filosofía. Surge debido a la pregunta, si: ¿Será posible que el dibujo genere una presencia simbólica que pueda manifestarse ética, moral, política y estéticamente en esta época contemporánea?

El resultado de la investigación nos aproxima a (re) pensar la acción de dibujar un dibujo, y la imagen que como presencia simbólica se arroja con un sentido ético, moral, político y estético sobre el acontecer. La Filosofía como ciencia del pensamiento, ha dado la pauta para observar que el dibujo es un acto de reconocimiento profundamente humano, en la cual se establece una dialéctica visual y se reconoce la importancia entre el hacer y el pensar en la vocación humanista.

El dibujo presencia simbólica en la vida contemporánea
En palabras del maestro Eduardo Nicol “La presencia del hombre es un acto de presencia: existir es declararse”[1]. De esta forma yo existo y me declaro a través de la pieza visual, el dibujo es la presencia del otro en la cual yo también existo, “La presencia ante sí mismo es una reflexión, una vuelta hacia el interior, con la cual se alteran, sin interrumpirse, las relaciones con lo exterior”[2].
El dibujo es la voz, una voz que está relacionada directamente con el afuera, creando un puente dialógico – dialéctico, así el dibujo creará un lenguaje simbólico con tintes éticos, morales y políticos ya que se intimará con el otro, con los otros y con la vida diaria.

Tú y yo existimos en el mundo por la expresión, la forma de manifestarnos en el acontecer nos da la característica de ser individuales y diferentes, el hombre necesita expresar su acto, “su presencia es expresión” la sola presencia hace que podamos ser hombres. De esta manera el dibujo como acto realizado por la mano humana se transforma en un acto simbólico que expresa, así el dibujo pasa a ser, una presencia simbólica en la vida contemporánea.

Lo simbolizado establece una relación de amor y desamor, de miedo, y alegría., El Dr. Beuchot nos dice del símbolo; “…el símbolo (del griego “symbolon”, formado de “syn“y “ballo”, arrojar o yacer conjuntamente dos cosas que embonan entre sí y, por lo mismo, que son partes de una más completa, como una moneda, una medalla, etc.) es el signo que une dos cosas, dos elementos, dos dimensiones. También nos menciona que de esas dos partes por unir hay una que nos hace falta, la cual hará que la simbolización sea un acontecimiento de simbolicidad, tenemos la concreta, la sensibilidad corporal del símbolo nos permitirá encontrar la espiritual, es lo que habrá de hacer que supere lo empírico”[3].

De esta manera podemos ver que el dibujo y su presencia simbólica es una acción real en el mundo, al mostrarse como una forma de ser, es un acto del ser, que se expresa para ser, en palabras de Eduardo Nicol “El ser del hombre es expresión. El modo de la expresión, el modo de ser- es siempre cualificable, nunca indiferente, y se cualifica moralmente con otras expresiones, porque todas son formas de dialogo: ser es dialogar”[4].

Implicación ética – moral
La importancia de la ética en la praxis del dibujar; define en un primer plano a la acción de dibujar como una conducta de comportamiento y compromiso consigo mismo, y posteriormente con el otro y los otros, así el acto del dibujo se reconoce como una conducta moral entre el dibujante y su público. Cito al maestro Adolfo Sánchez Vázquez donde nos dice que la ética; “…estudia una forma de conducta humana que los hombres consideran valiosa y, además, obligatoria y debida”[5].
Es por esta razón que la acción de dibujar puede tener el peso de un comportamiento moral del hombre, de este modo el dibujar se (re) afirma como una conducta moral y a través del dibujo se comparte la existencia con el otro, de esta manera la moral se colectiviza en un cara a cara trascendiendo a un nosotros ya que la moralidad solo puede ser colectiva.

De esta forma la acción de dibujar es, como bien lo afirma Aristóteles, una “…filosofía práctica que se somete a la conducta humana” con valores morales y con un carácter dialógico mostrado formalmente bajo la estética que encontraremos en el dibujo, la imagen posibilitara una trascendencia de acontecimiento ético – social[6].

Así el dibujo se ve, se piensa y se siente para entrar en una función no únicamente de las artes plásticas, sino que puede funcionar también como un proceso social y político ya que se construye de diversos factores humanos, y pasa de ser una conducta práctica normativa de la experiencia estética, a ser un acto conductual del comportamiento humano, al respecto dice Aristóteles que “…los modos de ser nacen de los actos semejantes”[7].

Implicación política
Cuando se está por dibujar se pasa a una estancia situacional que infiere razones éticas y valores morales, el dibujo es orden, idea, pensamiento y a partir de sus valores formales puede funcionar como argumento político. Luis Villoro nos dice que” la política en su dimensión social tiene como objeto examinar los comportamientos de los individuos que participan en un todo social de relaciones con estructuras de poder, este poder se refiere a la esfera de los hechos sociales, es por eso que la política pretende ser un saber sobre hechos”[8].

El dibujo es un hecho, entonces hacer un dibujo es en el seno de lo social, una acción política con valor ético, donde el discurso visual contiene valores no únicamente estéticos sino políticos; El dibujo es un pensamiento de otro pensamiento, se ajusta a esa realidad que sin duda cobra un sentido ya no personal, sino ético – político.

La imagen resurge del Otro, de la comunidad, para pasar a ser parte del público y la existencia ya no es privada sino pública, no se puede acceder a una conducta ético-política si no existe una reflexión sobre el colectivo.

Implicación estética
El dibujo junto a sus valores formales y estéticos desarrollan un equilibrio temporal, espacial y vivencial, la imagen plástica y cada uno de los valores estéticos que la componen, generan un grado nuevo de significado para así dar a luz a signos, imágenes o símbolos gráficos.

San Juan de Santo Tomás define al signo como; “…aquello que representa a la facultad cognoscitiva algo diferente de sí mismo”[9] y a su vez Fernando Zamora nos dice que “…las imágenes suelen comportarse como auténticos seres vivos, con alma y voluntad propias”[10]. Las imágenes son presencias, cosas vivas.

Esta constitución del signo la estamos viendo desde la tradición tomista es por esa razón que pensamos en las formas como un orden creador de imágenes estéticas y además simbólicas, entendiendo a la imagen como esa parte que se relaciona con la facultad cognoscitiva y con la existencia humana, de modo tal que el signo no se reduce únicamente a la imagen plástica o mental sino que además designa una fuerte relación con la vida, el alma y el cuerpo.

Con estos argumentos se puede sustentar que la estética está constituida fisionómicamente por el sentir del “artista” y se encarga de la representación sensible de la belleza natural de la pieza, haciendo al dibujo “un producto espiritual del hombre”, es decir, los dibujos son realidades humanas, y desde la estética se podrá ver una parte de la realidad[11].

Así, el dibujo como presencia simbólica junto con el ejercicio filosófico, crean una estética visual, que servirá de puente para interpretar solo en una porción las relaciones de los individuos y sus entornos, el dibujo pasará de ser solo un acto expresivo a ser una expresión estética de la existencia, el hombre se expresa para ser, es una expresión con un fin totalmente desinteresado, el dibujo como presencia simbólica es una expresión profundamente humana semejante a decir; te quiero sin esperar nada a cambio.

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Referencias:

[1] Eduardo Nicol, La idea del hombre, FCE, México, D, F., 1997, P. 22.

[2] Ibíd., p. 26.

[3] Mauricio Beuchot, Hermenéutica, analogía y símbolo, Herder, México, D, F., 2014, P. 146.

[4] Eduardo Nicol, La vocación humana, Consejo nacional para la cultura y las artes, México, D, F., 1996, P. 24.

[5]Adolfo Sánchez Vázquez, Ética, México, D, F., 1969, primera edición, p 21.

[6]Aristóteles, Ética Nicomaquea, México, D, F., 2006, p 7

[7]Ibíd., p. 34.

[8]Luis Villoro, Los linderos de la ética, México, D, F., primera edición, p. 3.

[9]Juan de Santo Tomas, De los signos y los conceptos, México, D, F., Universidad Nacional Autónoma de México, 1989, primera edición, p. 9.

[10]Fernando Zamora, Filosofía de la imagen, México D, F., Universidad Nacional Autónoma de México, 2007, Primera edición, p. 107

[11]Antonio Caso. Obras completas III, México D, F., 1977, primera edición, p. 218.


Fuentes de consulta:

• Aristóteles, Ética Nicomaquea, México, Gredos, 2006.
• Beuchot, Mauricio, Hermenéutica, analogía y símbolo, México, Herder, 2014.
• Nicol, Eduardo, La idea del hombre, México, FCE, 1997.
• Nicol, Eduardo, La vocación humana, México CONACULTA, 1996.
• Sánchez Vázquez, Adolfo, Ética, México, Debolsillo, 1969.
• Villoro, Luis, Los linderos de la ética, México: Siglo XXI, 2000.
• Zamora, Fernando, Filosofía de la imagen, México, UNAM, 2007.
• Juan de Santo Tomás, De los signos y los conceptos, México, UNAM, 1989.