MAURICIO OROZPE ENRÍQUEZ


Uno de los soportes plásticos en el que las culturas de Anáhuacl manifestaron una gran calidad técnica y estética fue la estampa. Reconocemos comúnmente el trabajo artístico de estas culturas principalmente por su arquitectura, cerámica o escultura, e incluso por la delicadeza de sus códices; sin embargo, los sellos (o pintaderas) han pasado desapercibidos más por su poca difusión que por su calidad artística.


Los artistas o Toltecas eran admirados por el amplio dominio que tenían de los materiales como la madera, el barro, el cristal, el hueso, el metal o la piedra. Y qué decir de sus diseños; éstos, según los informantes de Sahagún, los creaba el artista dialogando con su propio corazón, para humanizar el querer de la gente.

La mayoría de los sellos están moldeados en barro, y siendo este un material tan humilde a diferencia de los otros, nos admira el concepto que tenían del alfarero:

El que da un ser al barro: de mirada aguda, moldea, amasa el barro.

El buen alfarero: pone esmero en las cosas, enseña al barro a mentir, dialoga con su propio corazón, hace vivir a las cosas, las crea, todo lo conoce como si fuera un tolteca, hace hábiles sus manos (León, 1993, p. 267)

Con este texto podemos darnos una idea del pensamiento estético de los pueblos nahuas, los verdaderos toltecas, los que tienen el corazón endiosado y le dan un ser y una forma al barro, material que debe aprender a mentir y a potenciar su humilde naturaleza. Las piezas creadas adquieren una segunda vida y ahora son bellas por el esmero que los artistas le , la habilidad que tienen en las manos y, porque ellos humanizan el querer de la gente inspirándose en sus antiguos mitos y tradiciones.

Fig. 1

Fig. 1

En este ensayo intentaré demostrar justamente las habilidades de estos toltecas, y el resultado que produce dialogar con su propio corazón. Trabajaré con un sello muy particular en el que nos es posible apreciar el refinado nivel de síntesis logrado en el diseño que representa la máscara del Dios Ehécatl, encontrado en Teotihuacan y retomado del libro de Jorge Enciso Sellos del Antiguo México (figura 1).

A primera vista puede parecernos difícil de reconocer el rostro de Ehécatl, sobre todo si no estamos familiarizados con el panteón y la plástica anahuaca. Tampoco sería fácil para los investigadores asociar el sello con Ehécatl como tal, si no fuera por un elemento que es característico de este Dios; porque así como reconocemos a Tláloc por sus anteojeras, a Ehécatl lo reconocemos por su máscara bucal en forma de pico.

Fig. 2

Fig. 2

En la figura 2 se muestra un detalle de la lámina 19 del Códice Borgia. En ella podemos ver esa máscara bucal en forma de pico, muy parecida a la que aparece en el sello. Pero aún con el pico percibimos que el parecido no es muy explícito, sin embargo, conociendo las grandes habilidades de estos artistas, es obligado el pensar que debería haber un motivo para que el parecido no fuera tan cercano, tal como es su costumbre.

Fig. 3

Fig. 3

Para acceder a la imagen debemos comenzar por girarla 900 en sentido de las manecillas del reloj (figura 3). Al realizar esta maniobra se descubren formas más accesibles que no sólo cobran sentido por sí mismas, sino que también aumentan en significación cuando las comparamos con el mito de la antropogénesis nahua, donde participan Quetzalcóatl y Mictlantecuhtli, dos divinidades primordiales de esta cosmogonía indígena.

Será necesario entonces conocer la parte medular el texto de la Leyenda de los Soles, un mito de origen nahua. Al familiarizarnos con el relato contaremos con elementos de juicio que nos facilitarán la lectura del sello.

“…Luego fue Quetzalcóhuatl al infierno (Mictlan, entre los muertos); se llegó a Mictlanteuctli y a Mictlancíhuatl y dijo: “He venido por los huesos preciosos que tú guardas.” Y dijo aquel: “¿Qué tú harás Quetzalcóhuatl?” Otra vez dijo este: “Tratan los dioses de hacer con ellos quien habite sobre la tierra.” De nuevo dijo Mictlanteuctli : “Sea buena hora. Toca mi caracol y tráele cuatro veces al derredor de mi asiento de piedras preciosas.” Pero su caracol no tiene agujeros de mano. Llamó a los gusanos que le hicieron agujeros e inmediatamente entraron allí las abejas grandes y las montesas que lo tocaron; y lo oyó Mictlanteuctli. Otra vez dice Mictlanteuctli: “Está bien tómalos.” Y dijo Mictlanteuctli a sus mensajeros los mictecas: “Id a decirle, Dioses, que ha de venir a dejarlos.” Pero Quetzalcóhuatl dijo hacia acá: “No me los llevo para siempre.” Y dijo a su nahual: “Anda a decirle que vendré a dejarlos.” Y este vino a decir a gritos: “Vendré a dejarlos.” Subió pronto, luego que cogió los huesos preciosos: estaban juntos los huesos del varón y también juntos de otro lado los huesos de mujer. Así que los tomó, Quetzalcóhuatl hizo con ellos un lío, que se trajo.

Otra vez les dijo Mictlanteuctli a sus mensajeros: “iDioses! De veras se llevó Quetzalcóhuatl los huesos preciosos. iDioses! Id a haceros un hoyo.” Fueron a hacerlo; y por eso se cayó en el hoyo, se golpeó y le espantaron las codornices; cayó muerto y esparció por el suelo los huesos preciosos, que luego mordieron y royeron las codornices. A poco resucitó Quetzalcóhuatl, lloró y dijo a su nahual: “¿Cómo será esto, nahual mio?” El cuál dijo: “iCómo ha de ser! Qué se hecho a perder el negocio; puesto que llovió.” Luego los juntó, los recogió e hizo un lío que inmediatamente llevó a Tamoanchan. Después que los hizo llegar, los molió la llamada Quilachtli: esta es Cihuacóhuatl, que a continuación los echó en un lebrillo precioso. Sobre él se sangró Quetzalcóhuatl su miembro; y en seguida hicieron penitencia todos los dioses que se han mencionado…” (Códice Chimalpopoca, 1992, pp. 120-121)

Fig. 4

Fig. 4

A la luz de esta información ya podemos trabajar abiertamente con todos los elementos compositivos del sello. Primeramente debemos tener presente que básicamente es un dialogo entre Quetzalcóatl y Mictlantecuhtli, dos Dioses fundamentales para la existencia de la vida humana. El primero en su manifestación de Dios del Viento o también llamado “El Aliento de Vida”, que en esta instancia se justifica como el Dios que insufla el alma a los seres humanos. Ese componente impalpable y etéreo que anima el cuerpo, cálido como el aliento porque procede del supramundo (topan). Su contraparte es Mictlantecuhtli, el Señor del Inframundo (mictlan), quien posee los huesos de los antepasados, lo que en el mito significa que es quien aporta la materia fría, húmeda y pesada con la que están formados los cuerpos humanos. La figura 4 muestra un detalle de la Lámina 52 del Códice Borgia donde se observa esta pareja divina.

Fig. 5

Fig. 5

Una de las pruebas que pone Mictlantecuhtli a Quetzalcóatl para darle los huesos es que haga sonar su caracol, acción que sabe es imposible porque no tiene agujeros. Sin embargo, Quetzalcóatl, para resolver este dilema pide a los gusanos que le hagan los agujeros y a las abejas que entren en él y lo hagan sonar. En la figura 5 podemos ver qué elementos de la máscara muestran el caracol con los agujeros y el aguijón de las abejas.

El caracol tiene una presencia simbólica muy importante en este mito; primero porque está hecho de la misma materia que los huesos de las generaciones pasadas; también porque es un elemento femenino que habita en regiones frías y húmedas, es decir, en zonas fértiles proclives para que se produzca la vida. Esta parte del mito nos ilustra de manera poética el inicio de la vida, pues al complementarse la materia pesada con el aire que es ligero, cálido, y etéreo (representación el elemento masculino) cuando se juntan, producen el sonido que invade el silencio propio de la región de los muertos y se inicia la vida.

Fig. 6

Fig. 6

Los huesos de los antepasados pertenecieron al hombre y a la mujer, ambos personajes los reconocemos con dos figuras que se encuentran uno frente al otro o juntos como dice el mito. En la figura 6 vemos al hombre portando su maxtlatl, braguero, ceñidor o taparrabos como le llamaron los cronistas, prenda que se caracteriza por ser una larga tira de tela que envuelve los genitales y cuyos extremos se dejan caer al frente y atrás.

Fig. 7

Fig. 7

En la figura 7 vemos a la mujer al costado del hombre sentada y recogiendo sus pies como es característico en los códices. En el mito se describe a Quetzalcóatl llevando los huesos a Tamoanchan y se los entrega a la Diosa Quilaztli; ella a su vez los muele en un lebrillo precioso donde Quetzalcóatl los rocía con sangre de su pene. Esta es una clara alusión sexual para explicar el origen de la condición reproductiva humana, por ello en ambas figuras podemos apreciar este detalle del mito.

Fig. 8

Fig. 8

En el regazo de la mujer se aprecian tanto el lebrillo precioso como los huesos dentro de él. Notamos también que estos huesos-semillas tienen el mismo tipo de corte que presenta Mictantecuhtli en los huesos que conforman brazos y piernas en la figura 4. Otro elemento que se advierte en esta composición es que el diseño da forma a una flor que es indicativo de fecundidad, es decir, que la Diosa posee un vientre florido. Por su parte la figura masculina muestra el pene de Quetzalcóat/ como decoración del maxtlatl, con una sucesión de cuadros que podrían representar el fluir de la sangre, metáfora del semen divino.

Fig. 9

Fig. 9

Esta síntesis visual que es una metáfora de la relación sexual y su carácter divino, la podemos complementar con un detalle de la Lámina 9 del Códice Borgia, donde tampoco es explicita la unión sexual porque está en su repertorio iconográfico, es decir, es simbólica (figura 9). Observamos en esta imagen tres elementos simbólicos particularmente interesantes: el primero, que está en medio de los personajes y que es la imagen del tonameyotl o rayo de sol, es una manera poética de expresar su actividad energética y generadora de vida. La otra es la unión de las mantas3 amarradas mediante un collar de cuentas de oro al centro de la imagen.

Finalmente, este arreglo de joyas preciosas alude también al valor sagrado producto de la unión sexual, pues ambos unen lo más bello que tienen.

Fig. 10

Fig. 10

El último elemento que toma parte en el diseño de la máscara y que se encuentra debajo de la mujer lo podemos interpretar por su forma de grano de maíz, elemento fundamental en la alimentación y la cosmovisión en Mesoamérica (figura 10).

Alfredo López Austin aporta un interesante comentario que da significado en este contexto al relacionar la antropogénesis en el mito que estamos trabajando y el cuerpo del hombre y el maíz en Anáhuac: «En náhuatl el nombre más usual del cuerpo humano, considerado este en su integridad, remite sólo al elemento predominante:

“Nuestro conjunto de carne” (tonacayo). El mismo término se dio a los frutos de la tierra, y en particular al alimento por excelencia, el maíz, formándose metafóricamente un vínculo entre la corporeidad del hombre y el cereal al que debía su existencia. No hay entre los mitos recogidos en el Altiplano Central de México uno que afirme que el cuerpo humano fuese creado por las divinidades a partir de la pasta del maíz. En cambio entre los Quichés, el origen del hombre tuvo lugar cuando los Dioses formaron su cuerpo con el grano que sería el sustento definitivo. En el Altiplano Central se decía que la especie humana del Quinto Sol se distinguía de las de periodos anteriores por basar su alimentación en el maíz». (López, 1989, pp.172-73)

Por estas razones podemos considerar que la flor en el regazo de la mujer da la idea de que los pétalos-huesos fueran también semillas de maíz. Un dato que no podemos pasar por alto es que en náhuatl maíz se dice centli, de la raíz cen que significa uno, es decir, la unidad producto de la dualidad representada por la pareja divina. Además, Centéotl es el nombre del Dios del Maíz entre los grupos nahuas.

A manera de conclusión, podemos afirmar que dentro de la variada producción artística realizada por las diversas culturas en México, antes de la llegada de los españoles, sin duda el diseño de los sellos representan el más depurado nivel gráfico en cuanto a manejo de la imagen. En ellos se comprueba su amplia capacidad de síntesis, abstracción, expresión y belleza que no tiene igual en otros soportes gráficos; muestra de ello es la pieza que analizamos y en la cual se resumen todo un mito antropogénico, totalmente moldeado a su cosmogonía y magníficamente resuelto en la máscara de Ehécati Quetzalcóatl. Con este trabajo damos sentido a las palabras proféticas de León Portilla en su libro Filosofía náhuatl: “En la concepción náhuatl del arte hay atisbos e ideas de una profundidad apenas sospechada” (León. 1993, p. 271).

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NOTAS:

  1. Anáhuac ,”lo que está rodeado de agua”, es el nombre náhuatl que los mexicas dieron al continente que habitanam y por extensión a su capital.
  2. No olvidemos la asociación lunar del caracol marino con la fecundidad y el aliento con el Sol, que en otra parte dela leyenda de los soles se relacionan con Tecuciztecatl y Nanahuatzin.
  3. Un símbolo del ritual del matrimonio entre los mexicas era el amarre de los mantos para representar su unión.

REFERENCIA

Códice Chimalpopoca, Anales de Cuauhtitlán y Leyenda de los Soles, (1992). México: UNAM.

Enciso, J., (1980) “Sellos del antiguo México”. México: Innovación.

León, M., (1993). Filosofía Náhuatl. México: UNAM.

López, A., (1989). Cuerpo humano e Ideología. México: UNAM.