*TANIA BETZABEL GARCÍA GONZÁLEZ


Serguéi Eisenstein fue un artista muy singular porque experimentó, al mismo tiempo, varias disciplinas en una época en construcción ideológica y tecnológica. En el área creativa intervino tanto en el teatro como en el cine, aunque abandonó el primero muy pronto y es recordado más por sus aportaciones al séptimo arte, donde incorporó sus conocimientos escénicos para sus personajes y búsquedas cinematográficas.


Nació en las postrimerías del siglo XIX, en Letonia, cuando esta república báltica aún no pertenecía al régimen soviético que emergió después de la caída zarista. Es decir, Eisenstein vivió la transición de un imperio a una revolución de corte socialista.

Esa perspectiva, sumada a su origen judío, son elementos valorables para su filmografía, en concreto la película que reseño, Que viva México, rodada en los finales de 1930 e inicios del cine sonoro, una conversión que también le correspondió practicar.

weacorazadoEsta larga explicación tiene fundamento en un hecho: Eisenstein llega a México por una serie de vicisitudes que alargarían esta reseña, pero el cineasta era ya referencia mundial por su filme El acorazado Potemkin, que registra una huelga derivada en tragedia, como preludio o espejo de las transformaciones sociopolíticas y económicas de Rusia, con la caída del régimen imperial y la llegada al poder de los bolcheviques, o sea, los futuros comunistas, con Lenin a la cabeza.

Eisenstein visitó México impresionado por las secuelas de la revolución mexicana y sus contribuciones ideológicas a los movimientos de masas, el arte (en particular el muralismo), la educación y el nacimiento de un partido de Estado en cierne (en 1929 se funda el Partido Nacional Revolucionario, que incubó al PRI actual) y, con seguridad, empezó a tener una visión comparada de esos procesos políticos porque en 1917 presenció la Revolución rusa.

Muchos avatares contribuyeron para que el rodaje (60 mil metros de película) quedará incompleto, pues los mecenas o financistas del proyecto tuvieron problemas con el director de cine, quien regresó a su país natal sin intervenir en los montajes conocidos.

vvmmwebLa película en sí tiene una estructura alegórica e histórica de México: una boda indígena en el sureste del país (Oaxaca, aunque viajó por carretera, automóvil, avión, burro y a pie por Guerrero, Yucatán y Chiapas), que recuerda el pasado prehispánico; un ambiente festivo con una corrida de toros; escenas trágicas donde un campesino quiere quitarse las ataduras de los hacendados; e imágenes de una tradición centenaria como el día de muertos, que consigna la hibridez cultural, las herencias indígena e hispánica, una suerte de sincretismo, que combina los periodos colonial, revolucionario y moderno.

En esos recorridos quedaron registrados rituales y costumbres de la vida cotidiana, desde ceremonias religiosas, corridas de toros y contacto con las culturas que componen a México, su complejo mosaico étnico-cultural.

* TANIA BETZABEL GARCÍA GONZÁLEZ, doctoranda en Estudios Mexicanos en el Centro de Estudios Superiores e Investigación (CESI), profesora del departamento de Cultura, Arte y Desarrollo Humanos del Centro Universitario del Sur (CUSur), correo: tania.garcia@cusur.udg.mx ; ainat923@hotmail.com