JUAN MANUEL MARENTES1
El artista, el genio, el creador son epítetos que enaltecen la capacidad de un sujeto para producir belleza, y por supuesto, seducir el ego del aspirante, a ocupar dichas actividades sociales. Pensamos que sólo hace falta la iniciativa de un individuo, hombre o mujer, quien tenga capacidades innatas para que se dé el acto creativo, y su producto, el objeto artístico y de diseño. Por supuesto que hay diferencias entre los dos, una se atesora por su originalidad, y la otra, se consume en el tránsito del intercambio social de bienes y servicios, sin ánimo de generalizar, pues la dinámica del objeto visual tiene variantes amplias en la actualidad. Antes de generar una epistemología propia de estas dos disciplinas, propongo analizar tres aspectos que generan conflicto. Primero: el sujeto creador como único capaz de hacerlo; segundo, la iniciativa de creación, y por último, el arte como objeto. Ideas que representan obstáculos, y que librarlas, podría abrir la posibilidad de una propuesta metodológica.
Arte y diseño, evidentemente, comparten una herencia común, aunque la función social que desempeñan es diferenciada por los círculos de intercambio social. El límite puede ser tan sencillo de quebrantar, que bastaría que el generador de la propuesta o el mercado lo decidieran, aunque eso no cambia la función social de alguna (un ave no hace primavera). Entre los aspectos a tratar, algunos más claros para el diseñador, y otros para el artista, es que la investigación es investigación y sus beneficios no deben ser propiedad privada, tanto el quehacer artístico como el diseño toman nuevas posiciones y posibilidades al tomar la investigación como nutriente.
Empecemos con la figura del sujeto con capacidades excepcionales. Tenemos en la historia, una gran colección de genios que nos empequeñecen con su espíritu creador, y nos hacen sentir a nosotros simples mortales, incapaces de ponernos a su altura y capacidad para que, de la nada, surjan las grandes propuestas que llenan los museos de ciencias y artes. En el imaginario popular, y obviamente por el gran beneficio ideológico, esto suena convincente, y necesario, para que el sujeto común tenga un acercamiento comprensible a los productos que hacemos referencia, aunque en el ambiente de la educación y la investigación es un lastre que cancela muchas de las estrategias de enseñanza, y de estudio, sobre todo cuando se trata de generar criterios, habilidades y estrategias asertivas. La supuesta genialidad sería nula, si no pasara por el proceso de socialización, y hasta el menos hábil en la ejecución de propuestas artísticas puede impactar socialmente, si es sensible a su entorno. Si nosotros, los profesores de arte, creyéramos en la genialidad, deberíamos aclararnos entonces los criterios para reconocerla, ¿es la habilidad manual?, ¿la capacidad imaginativa?, ¿la sensibilidad?, ¿la capacidad heurística?, o es un conjunto complejo, que no podemos limitar de manera clara en una actitud o capacidad. Si es así, la genialidad es inexistente al no poder aplicarla al sujeto en formación, comúnmente llamamos genio a aquel que ya ha demostrado plenamente que lo es, o que la historia ha rescatado como tal.
Segunda cuestión que se plantea, “la iniciativa de creación” ¿es ésta propiedad exclusiva del individuo?, ¿cómo surge?, ¿satisface solo la necesidad particular de quien la ejerce? Tal vez estas preguntas quedan, sin razón, en las actividades que competen al diseño por los parámetros que impone el target, pero el arte aparentemente no tiene algo parecido que lo contenga, puede pasarse por alto,, sin ningún problema todo deseo o necesidad externa a él. Entonces, visto de esta manera, el problema del acto artístico se puede reducir a que el espectador deba tomar la decisión, entre si le gusta o le disgusta, lo que se le presenta, en una especie de darvinismo artístico, claro, si nos permitiéramos pensar en la posibilidad de una supervivencia del arte más apto para la sociedad. La iniciativa está lejos de pertenecer al sujeto, pues por formación, institucionalizada o informal, está condicionado consciente o inconscientemente. El salvaje, el extranjero y el marginado son prácticamente incapaces de generar credibilidad en sus propuestas, por su condición de alejamiento, a no ser que se atraviese por un período de adaptación disciplinado y profundo, por supuesto que me refiero al salvaje completamente aislado, al extranjero que no ha establecido contacto alguno con los valores culturales a los que se inserta, y el marginado que no ha tenido acceso a la cultura por problemas económicos, mentales o punitivos, aunque en cada uno de los casos se les puede incluir (como ha sucedido), en actos llamados artístico, más por manipulación de mercado que por el contenido artístico, en pretensiones de exotismo u originalidad, un extremo de esto, es el caso de los elefantes que pintan y cotizan sus obras en el mercado.
Por último, el arte como objeto ha cumplido bien con su función de fetiche económico, sujeto a cotización hasta hace muy poco, que paulatinamente ha perdido su estatus y ha dado paso a la propuesta artística inmaterial. El acto, que por sí mismo, en algún tiempo era de competencia exclusiva de las artes escénicas, y que desde siempre se han valido de la utilización de instrumentos que apoyan la acción, pues no son el arte en sí mismo, ya que el evento es lo importante.
No solo las artes visuales han tomado este nuevo carácter, también en el sentido inverso, las artes escénicas enfrentan la posibilidad plástica de manera más compleja. Ya en el siglo XIX, las grandes producciones de Wagner, donde ya Gordon Craig y Adolphe Appia experimentaban con todos los recursos tecnológicos a su disposición hacia un arte total. Casi siglo y medio después, las fronteras trazadas por la tradición siguen dificultando el poder insertar nuevas propuestas a uno u otro lado de esas líneas imaginarias. Pareciera entonces, que debemos adquirir nuevas habilidades y conocimientos para insertarnos entre esas líneas o fundar unas nuevas fronteras, contribuyendo al bucle infinito de definiciones ociosas. Lo artístico tiene la facultad de tomar todos los recursos que genera la cultura para su interés y si el artista o diseñador no domina esos recursos puede y debe trabajar en equipo. Solo los conjuntos creativos, iniciativas consensuadas, y sucesos artísticos son capaces de acabar con el lastre del individuo excepcional, la idea original y la materialidad sagrada en el arte. Claro, por el mismo origen de la investigación ésta es solo una manera y una ruta en la investigación.
NOTA
1 Académico de la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional Autónoma de México, desarrolla investigaciones en torno a las artes escénicas y nuevas tecnologías, también forma parte del grupo de investigación sobre Escena, Espacio y Experimentación (ESSEX) .