SAMANTA CLARET ANAYA
Alumna de la Facultad de Artes y Diseño 

M

éxico originariamente era un sitio rico en cultura, fauna y flora, riqueza a la que, bien o mal, se añadieron los rasgos culturales de España. El país cuenta con una gran diversidad de plantas, que pueden ser comestibles, medicinales u ornamentales, debido al clima y el suelo fértil del lugar. Se considera que en México hay 32 tipos de vegetación en el ecosistema, la mayoría pertenecientes a selvas bosques y desiertos.

Desde antes de la colonización los indígenas conocían la riqueza que los rodeaba y le dieron la debida importancia a cada cultivo, aprendieron a mantenerlos y usarlos adecuadamente; así mismo, emplearon las plantas para aliviar los padecimientos que sufrían. Como fuente de alimentación, además de los platillos preparados con diversos quelites se consumía el piloncillo, sacado de su cultivo más sagrado, el maíz, para aguantar largas jornadas de trabajo o largos viajes; en cuanto al consumo de carne, varios animales eran considerados sagrados, por lo tanto, no eran su principal fuente de energía.

En Europa el suelo y el clima no son propicios para la diversidad de especies vegetales y animales; la mayor parte del ambiente es templado-húmedo, el bosque mixto y las praderas abundan allí junto a un clima polar dónde la tundra sobresale. Debido a eso la dieta de ellos era muy diferente a la mexicana, en sus platillos, además de fruta, se utilizaba carne para obtener energía; era fácil abusar de ella y de otros alimentos.

Consideradas estas diferencias hay que remontar a la época de la conquista, donde chocaron dos culturas completamente diferentes. Como se sabe los españoles anhelaban más riquezas, cuando se encontraron con los mexicas además de considerarlos una raza inferior, no dudaron en imponer sus costumbres y tradiciones a los nativos, una de esas imposiciones, a parte de las creencias religiosas, la forma de pensamiento, los símbolos e íconos, fue la cultura culinaria, la cual sufrió un cambio radical, pues la dieta basada en años de consumir plantas no fue fácil de cambiar por la comida alta en grasas; a los indígenas les fue difícil asimilar este nuevo régimen alimenticio.
Actualmente nuestras más intimas costumbres y tradiciones se ahogan en un mar de malinchismo, pero no sólo ellas, nosotros también nos hundimos. Hay reticencia a consumir alimentos producidos aquí, se ha generado la idea de que la comida mexicana se reduce solamente a tacos, tortas, quesadillas, pambazos, gorditas y tamales, mientras los diversos platillos tradicionales son ignorados y cambiados por comida rápida y barata proveniente del extranjero: hamburguesas, pizza u otros. Sin embargo, este problema de desconocimiento no solo ocurre en este ámbito, también se da en la música, el arte y el cine.

Durante la época de independencia se buscó separarse de todo aquello que representara España, quería construirse una identidad propia, pero en los últimos tiempos, con el establecimiento de diferentes tratados internacionales las cosas han cambiado, de algún modo, podría decirse, queremos y morimos por ser como ellos. Colectivamente uno de los mayores sueños es viajar a una ciudad europea, adquirir costosas prendas, injerir los más refinados alimentos e incluso, al concluir los estudios, la mayoría quisiera salir corriendo hacia allá. Muchos padres, e incluso profesores, motivan este alejamiento porque aquí “no hay nada bueno”. Es como si en el cuadro de Miguel Ángel, La creación de Adán, la gente viera con admiración y aspiración al continente europeo como padre nuestro en lugar de Adán. Así es como nos vemos y ellos nos ven así; es ahora cuando están más latentes las consecuencias del distanciamiento con nuestras raíces, nos empeñamos en mirar con ahínco hacia el otro lado, como si fuera la única salvación. Claro, la influencia externa no es la única culpable, con toda esta problemática se debería notar que se está yendo en el camino contrario, parece que mientras más nos abrimos y “avanzamos” al son de otros países, perdemos la esencia que unía e identificaba al pueblo mexicano. ¿Podría ser que el avance y la globalización en el mundo, para nosotros signifique un retroceso cultural?

Al recordar los países primermundistas lo primero que viene a la mente es el continente Europeo y E.E.U.U, tener éstos en la cabeza como potencias hace que el resto sean considerados como naciones subdesarrolladas o tercermundistas. Éstas suelen adoptar el modo de viva de los primeros para lograr un “avance” y, así, poder globalizarse. Ése es otro punto importante, la globalización, idealista e imposible, únicamente logra subordinar países económicamente bajos a los más estables. Por ejemplo, México antes pertenecía a los principales países productores de café, al ‘subir de nivel’ económicamente y seguir forjando lazos externos, terminó por dejar esta actividad a países por debajo de él. ¡Se descuidan los recursos del país para seguir un estilo de vida que aún no se comprende!

En el ámbito artístico se nota dicho impacto en los museos, los invade el concepto americano del arte, pero no quiere decir que éste deba ser propio del país, no es un avance cultural y artístico inherente a nuestra sociedad, sino al de alguna otra. Muchas veces no se nota lo inmenso de las representaciones y concepciones artísticas que se tenían originalmente; aquí no existía la estética y el mimetismo, no había una clase burguesa que encargará retratos propios o grandes lienzos de cenas importantes, la idea de idolatrar algún artista estaba lejos del pensamiento náhuatl; si bien, se registraban acontecimientos importantes como los tipos de gobiernos, los viajes, las guerras e incluso la forma de comercio, tenían la finalidad de servir como información para comunidades externas y generaciones futuras.

En estos tiempos es posible encontrar artistas mexicanos contemporáneos que han alcanzado éxito y sin embargo, la mayoría de la gente no comprende este “nuevo arte”. ¿Por qué? Porque las teorías no reflejan su historia ni su contexto. La consecuencia de este desarraigo es la incertidumbre y desinterés por la propia cultura. He aquí el choque más fuerte y al que se da menor importancia. Es posible fingir ciertos modos de hablar, frecuentar comidas o vestir de cierta forma, pero el pensamiento, la filosofía y el arte es algo que no puede disfrazarse sino se forma parte de ello desde el inicio, construir la cultura requiere años de aprendizaje, experiencias y registros históricos; no poseer dicha conexión hace que los individuos reaccionen y, con total sinceridad, declaren sentirse ajenos a esas representaciones artísticas. México también es rico en cultura, basta con tomar un libro de arte para ver las maravillas que se han creado, sentir empatía hacia la vida de los artistas y sus obras, empatía que surge de las memorias antiguas que florecen y se juntan para recordar que lo autóctono tiene gran valor, no se trata únicamente de los ídolos populares y los conocidos muralistas, quienes han sido tan explotados que ahora son algo repetitivo y aburrido.

Parece un buen momento para recordar el pensamiento de nuestro antepasados, tal vez, si se logra evitar el sentimiento de desnudez en cuanto a cultura, se deje de mendigar, con los ojos cerrados, en dirección opuesta. Los artistas actuales y futuros deben recordar y entender el sentir de la gente siente ya que México no está lleno de incultos sino de gente que no se une con lo que ve.




Fuentes bibliográficas:
Miranda y Efráin Hernández. 1963. Los tipos de vegetación de México y su clasificación. México: Sociedad Botánica de México.
Karl Marx. 1969. Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Madrid, Alianza.
José Agustín. 2012. La contracultura en México. 2a ed. México: Random House Mondadori.
Jacques Galinier. 1990. La mitad del mundo: Cuerpo y cosmos en los rituales otomíes. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Antropológicas.
MUNIC. 2016. La dieta mesoamericana.(vídeo) México: UNAM
Pink, Billie. 2003 ¿Qué hizo la revolución industrial por nosotros? (vídeo). Londres: BBC.
Gombrich, E. H. 2011. La historia del arte. Londres: Phaidon. I

 

Ilustración de portada: Julio Alejandro Piliado Gómez