MELISSA GABRIELA HERNÁNDEZ SEGURA
Alumna de la Facultad de Artes y Diseño
Cuando se observa una obra pictórica, por lo general se espera ver signos visuales dispuestos en la composición, esto implica que nuestro acercamiento con ella se lleva a cabo mediante una lectura dirigida hacia la comprensión de los elementos como imágenes, en la cual el color y la forma derivan en conceptos; sin embargo, en el fenómeno de la inclusión de signos textuales dentro de la obra, la lectura de ella se ve alterada, éstos se vuelven al mismo tiempo signos visuales, descontextualizados de lo que usualmente es su utilidad. Una imagen donde se integra la palabra escrita sugiere y guía la lectura de la obra; la presencia de este fenómeno en su capacidad de elemento independiente no es únicamente referencial como sucede, por ejemplo, en muchos trabajos religiosos en cuya composición se inscribe alguna frase referente a la escena representada o alude específicamente a un párrafo seleccionado de algún pasaje religioso; sino que el texto es abordado como elemento para refiere a sí mismo.
Cuando se observa una imagen que posee alguna palabra o texto dentro de ella se sitúa con base a ese vocablo como ocurre con el título de una obra, o su discurso, ambos se ven íntimamente relacionados de manera consciente e inconsciente por nuestra capacidad interpretativa. Las conexiones generadas intentan insertar la figura con ambos elementos y dirigirla hacia sus posibles direcciones de significado, aquella donde todos los conceptos se cruzan en mayor manera; sin embargo, la lectura de los elementos se hace por separado, después imagen y texto se ligan mentalmente pero no de manera tangible. Sucede que cuando la palabra de manera aislada o en forma de enunciado se haya dentro de la representación, cambia la situación, por ejemplo, en algunos cuadros cubistas, dadaístas o poemas futuristas se observa cómo la composición entre signos visuales y textuales está envuelta en un dinamismo que imposibilita leer independientemente el cuadro, es una interpretación que va de lo visual a lo textual y los fusiona creando un lenguaje nuevo que conecta dos dimensiones distintas.
Los resultados de esta fusión son interesantes, la integración del lenguaje escrito acentúa y genera ritmos dentro de la obra, de forma distinta a la realizada por una estructura hecha únicamente de signos visuales. Las palabras y su empleo general al que estamos acostumbrados también se ven afectadas, por ejemplo, leemos de izquierda a derecha siguiendo un orden sintáctico, pero en este caso, cuando se insertan en una imagen no siempre es así, hay que descontextualizarlas. Un anuncio publicitario y una obra artística no se leen de la misma manera aunque posean, básicamente, los mismos elementos, por lo tanto no se deben disponer ni conceptualizar de la misma forma en el momento de la creación o interpretación. Se debe tener cuidado con la integración del texto a la obra, para que el resultado no derive en algo meramente ilustrativo y no se vea integrado con ella en su totalidad.
La letra en su construcción física posee una calidad de trazo que imprime una sensación, la tipografía detona por sí misma una respuesta; aunado a esto la escritura implica la selección de un idioma y una sintaxis específica para la correcta, o mejor dicho, más cercana referencia de conceptos, la cual tiene que ver con el contexto espacial temporal de quien escribe, pues limita sus posibles significados y quiénes son capaces de comprenderlo. Primitivamente traducimos el mundo de manera visual, es decir, el lenguaje de los signos visuales está más cerca de la universalidad; sin embargo, el que se acerca de manera más pronta a la comprensión de una intención específica es el verbal. Cuando se lee o escucha una palabra inmediatamente la mente concibe el referente, haciendo uso de la capacidad imaginativa; sin embargo, cuando un objeto se ve representado o realmente, no se crea una imagen mental sobre el término que lo define, ni se escribe el vocablo que pertenece a este objeto, sólo es concebido de manera abstracta en nuestro cerebro.
¿Qué pasa cuando las palabras son presentadas como imágenes desde un inicio? ¿Aluden a sí mismas? ¿Reflejan de forma más directa el concepto? El grupo artístico denominado Art & Language brinda una posible respuesta a estas preguntas; propone protagonizar la obra con vocabulario, obtener resultados no sujetos a lo estético, aunque esto último parece no conseguirse, si bien se observa un interés por la composición, la tipografía, el material y el cuidado en la disposición de la obra en relación con el espacio donde se manifiesta. Ellos defienden la independencia del arte en cuanto a su forma de expresión, así llegan al mensaje conceptual de manera directa por su más cercana referencia: la palabra.
El potencial del lenguaje como imagen está presente en el uso cotidiano de escritura, se ha vuelto un continuo ejercicio de dibujo gestual inconsciente; la manera apresurada de vivir devuelve la practicidad a los medios de comunicación, cotidianamente se busca lo más sencillo y rápido, se construye un habla cada vez más cerrada, aplicada únicamente a cierto número de personas quienes conocen los elementos que conforman el código mediante el cual se comunican. El uso de la tecnología digital es el recurso que ha propiciado, de manera protagónica, esta cuestión. Actualmente la escritura se utiliza para no olvidar, es un trazo apresurado para hacer memoria de aquello que es importante, así, el soporte se convierte en una esquina de servilleta, la palma de la mano, un mensaje mal escrito en un dispositivo electrónico; ni siquiera importa si la ortografía o sintaxis son correctas, mientras cumpla con un valor puramente utilitario. Esa necesidad cotidiana de “escribir” para acordarse de manera inmediata transforma de a poco, y de manera inconsciente, el signo textual en algo objetivamente ilegible, en una marca, lo sintetiza hasta un punto donde se transforma en un código nuevo, el cual, muchas veces, no todos son capaces de ejercer. Esta situación puede incentivar una nueva dirección, con una perspectiva consciente que oriente la palabra en otro sentido, donde pueda transformarse en otra cosa.
El arte siempre expresa algo que se encuentra oculto, donde lo importante no es lo evidente. En la palabra presentada como imagen, ¿qué es lo no evidente? Para encontrar esta respuesta, aplicada a obras específicas, no se debe olvidar que es un elemento que comprende un todo y no se puede llegar a él de manera aislada. Esto abre la posibilidad de dibujar por medio de la palabra la realidad percibida, dibujar, no escribir ni describir. Para esto se requiere desvestirla de todos los aspectos que conforman su carácter discursivo, asignarle uno nuevo que refiera a la marca, al signo, sin despojarla de su esencia como termino comunicativo, es decir, de esta manera se propone la creación de nuevos significados.
Fuentes bibliográficas
Esquinca, Julenne. 2016. La inseparable relación entre texto y arte. Fahrenheit magazine. Mayo. Consultado el 8 de Septiembre del 2016. Disponible en: www.fahrenheitmagazine.com/arte/la-inseparable-relacion-texto-arte/
Gómez, Sandra, María. 2014. El texto en las artes plásticas. Arte después de Picasso. Junio. Consultado el 8 de Septiembre del 2016 . Disponible en:
www.artedespuesdepicasso.org/blog/2014/6/13/el-texto-en-las-artes-plsticas
Lamarca, María. 2013. La fusión entre imagen y texto, (s.f.). Consultado el 8 de Septiembre del 2016. Disponible en:
www.hipertexto.info/documentos/f_imagen.htm
Guasch, Ana María. 2001. El arte último del Siglo XX del posminimalismo a lo multicultural. Madrid: Alianza
Imagen de portada
César Espinosa
Sin título/ Serie SIC
Montaje gráfico en papel bond de color con cuadrícula
21 x 28 cm.
Imagen 2
César Espinosa
“Alter your ego”
Montaje gráfico en papel bond de color con cuadrícula
21 x 28 cm.