“El arte actual muestra una afinidad con lo grotesco como acaso no haya existido en ninguna época anterior.”  Kayser, Wolfgang.

LILIA ÁVILA JIMÉNEZ
Alumna de Posgrado de la Facultad de Artes y Diseño 

Actos grotescos, posiciones sexuales, figuras humanas decadentes, insectos, cráneos animales y humanos son algunos de los elementos recurrentes dentro de la obra plástica de Liliana Ávila Jiménez, donde se conjunta la vida y la muerte en un círculo interminable en el que uno deviene del otro.

Su producción plástica ha descansado desde el inicio sobre dos ideas principales: la violencia y la muerte. La exploración conceptual y plástica, centra la obra en el seno de la estética grotesca hasta caer en la creación de una serie de personajes híbridos; en la búsqueda por representar la naturaleza humana, su investigación personal se centró en la estética de los bestiarios de la Edad Media. Los monstruos surgidos durante esta época, son particularmente grotescos y oscuros por su valor simbólico e impacto en el espectador. Son la representación de los peligros, vicios y miedos así como del pensamiento de la sociedad durante este período. Relacionado siempre con lo grotesco[1], lo desagradable y los defectos, las quimeras inspiran el sentimiento de miedo, lo terrible y han alimentado el imaginario de los artistas. Los bestiarios medievales son un claro ejemplo de aquello en una sociedad donde la ciencia y el conocimiento apenas surgían.


La función del bestiario era “expandir los horizontes del conocimiento” del mundo europeo hacia tierras desconocidas. Un buen ejemplo, anterior a la Edad Media, pero que influyó profundamente, fue la serie de libros “Historia Natural” de Plinio, El Viejo, donde describe animales[2] y plantas exóticas, además de tener un apartado específico para las bestias; otro buen ejemplo es el grabado de un rinoceronte en 1515, de Durero, basado en la descripción de un mercader que pudo verlo de primera mano.

imagen-2-articulo-5
En ese intento de explicar el mundo, entenderse a sí mismos y a la naturaleza, surgió la imagen del hombre salvaje medieval: aquel que no habla y vive en el bosque, fuera de los feudos, incivilizado; descrito como un ser de dientes afilados y vestido con pieles de animal. Ser un sujeto que sale de lo que “debiera ser” dentro de la sociedad medieval abrió el espacio para que fuera considerado y catalogado como un monstruo dentro de los bestiarios del medioevo. A éste le siguieron un sin número de esperpentos[3] y otras categorías dentro de estos libros que instruían sobre los peligros encontrados en la naturaleza, fuera de los feudos. Eran producto de la mezcla o la hibridación: “Pensar al monstruo, no como una mera mezcla de partes distintas, sino como un cuerpo en el cual sus partes, al agrandarse o multiplicarse, dan lugar a nuevos usos, nos permite también dar con una concepción diferente del cuerpo, que no es una mera colección o añadidura de órganos […]” (Álvarez, 2014, 13)

Así pues, la adición y decadencia que se hacen obviar en los cuerpos de los dibujos de la autora, son producto de la experimentación y estructuración de estos “monstruos personales” encontrados en el juego de la violencia y que conviven con la fauna nacida de los cadáveres. Dispuestos en poses forzadas, evidenciando los opuestos de vida y muerte, la reflexión hecha en torno a esta exploración estética de los bestiarios también se conjuga con la idea del Monstruo Esperanzador[4]. Esta idea de principios del siglo XX continúa el hilo conductor de la necesidad de entenderse a sí mismo, la naturaleza y la del hombre en la naturaleza.


imagen-3-articulo-5
En un momento donde la teoría darwiniana es preponderante, Goldschmidt propone una teoría evolucionista opuesta a la de Darwin. Mientras Darwin habla de una evolución basada en modificaciones morfológicas paulatinas y mínimas de una generación a otra, que propiciaron la aparición de nuevas especies después de millones de años transcurridos; Goldschmidt sugiere un modelo evolutivo basado en cambios morfológicos bruscos de una generación a otra. La teoría de Goldschmidt plantea que “toda especie nueva emerge a partir de una modificación morfológica brutal efectuada en una sola generación, en uno o varios individuos. En ciertos casos la modificación es tan importante como para engendrar no solamente una especie nueva, sino un taxón de rango más elevado (…), diferenciándose ulteriormente en diversas especies.” (Álvarez, 2014, 17)

Para él, la especie con esa capacidad evolutiva es denominado como hopeful monster, es decir, una raza capaz de adaptarse mejor y más rápido a los cambios de la naturaleza, añadiendo o eliminando partes de sí mismo para sobrevivir y conservar su especie[5]. Cabe señalar que Goldschmidt utiliza el término de monstruo como algo metafórico, para denominar ese reordenamiento masivo del material cromosómico derivado en las “macromutaciones”, es decir, donde la formación de una especie diferente se deriva de un drástico cambio morfológico[6], o sea, las mutaciones podrían tener un papel importante dentro de la macroevolución. La conjunción de ambas ideas, opuestas en contexto, temporalidad y pensamiento, dejan en evidencia esta búsqueda del hombre en relación con la naturaleza y esa necesidad de entenderla ha trascendido a través del tiempo; son el hilo conductor que ha decidido retomar la artista para la creación de obras como Al Señor de las Moscas, Babosas, La cucaracha y El Amor, donde se conjuntan naturaleza y monstruosidad, vida y muerte en un infinito vaivén de violencia y pasividad.

La producción de la artista es un conjunto de opuestos que conviven, en el entendido de que uno no es sin el otro; una búsqueda en la que convergen dos ideas aparentemente opuestas, pero que desemboca en una reflexión sobre la naturaleza humana en el siglo XXI, pero más que nada, funge como evidencia de las perversiones, los miedos y la naturaleza humana personal.

 

imagen-4-articulo-5




[1] La palabra «grotesco» es de origen italiano (la grottesca, o grottesco, a veces escrito con c y otras con g) y deriva de la voz grotta que a su vez proviene de la palabra griega crupte que designa a la cripta. La inclusión de esta palabra italiana en otras lenguas como el castellano, inglés o francés se produjo entre los años 1532 y 1640. Guerrero-Strachan, Santiago Rodríguez. “Las varias caras de lo grotesco” en Antología del cuento grotesco (Madrid: Espasa Calpe, 2007), 11.

[2] […] Se vio también al rinoceronte, con un solo cuerno en la nariz, como se había visto frecuentemente. Este, el otro enemigo natural del elefante, se prepara para la pelea afilando su cuerno contra las rocas y ataca especialmente a su vientre, que sabe que es más vulnerable. Su longitud es más similar, sus paras mucho más cortas, tiene el color del boj (sic).

PLINIO (EL VIEJO), “Historia Natural” (libros VII- XI) (Madrid: Gredos, 2003, VIII,), 20.

[3] Como el essquiápodo, el amíctero, el panoteno, los blemios, el basilísco, la mantícora, los armaspos, los ástomos, los cinocéfalos, los brachistomos, los antípodes; que se clasifican dentro de cinco categorías (según Heinz Mode, en su libro Animales fabulosos y demonios) identificadas en los bestiarios medievales: Hombre-animal, Animal-hombre, Animales mixtos, Seres mixtos con multiplicación y simplificación deliberada y mezcla de hombres o animales con elementos no animales.

[4] En 1933 Richard Goldshmidt, genetista, publicó en la revista Science un artículo titulado “Some aspects of evolution” que habla de la evolución, donde acuña el término de Hopeful Monsters.

[5] Cabe señalar que sus estudios se basaron en la mariposa de noche debido a que las variaciones del clima dieron como resultado constantes cambios a nivel cromosómico, lo cual les da esa posibilidad de tener “macromutaciones”; y, aunque admite que la evolución (a nivel genético) se da de manera gradual, Goldschmidt nunca acepta la idea darwiniana de la especiación.

[6] Álvarez Lobato, Carmen, et al., Monstruos y Grotescos. Aproximaciones desde la literatura y la filosofía. (México: ALDVS, 2014).