MARÍA DE LOS ÁNGELES ANTONIO SÁNCHEZ
Alumno de la Facultad de Filosofía y Letras

Adaptar un libro a la pantalla grande es la manera actual de hacer cine, tanto las obras literarias como los best-seller son material para películas de mayor o menor calidad. La joven de la perla (Girl with a Pearl earring) 2003, no es la excepción. Basada en la novela, con el mismo nombre, de Tracy Chavalier, el director Peter Webber recrea la historia detrás de la célebre pintura hecha por Johannes Vermeer en 1669, a la cual suele llamársele Monalisa holandesa.

La historia es sencilla: Griet, hija de un pintor recientemente ciego, entra a trabajar como criada para el pintor Vermeer, en su nuevo empleo se enfrenta al desprecio por parte de la señora de la casa y sus hijas al mismo tiempo que obtiene la admiración de su patrón, quien encuentra en ella un talento nato para apreciar la luz y sombra, así como los colores en el mundo, debido a esto le enseña a preparar las mezclas que ocupará en sus lienzos. El mecenas, Van Ruijven, manifiesta un interés en Griet y exige un cuadro con ella como modelo a cambio de seguir patrocinando a Johannes. La cercanía entre pintor y criada para hacer la pintura crea conflicto en el matrimonio, sobre todo cuando la joven debe usar los aretes de perla de la señora para completar el encargo.

A diferencia de otras adaptaciones biográficas, donde se muestran excesos y tórridos romances en el círculo inmediato de los artistas, en este film las adicciones y las escenas sexuales son relegadas a segundo plano; la fórmula holliwodense brilla por su ausencia, no se trata de un hombre rico, porque Vermeer no lo es, desposando a una chica pobre sin posición; tampoco habla de un joven honesto y trabajador, como lo es Pieter, pretendiente de Griet, obteniendo el favor de una dama virtuosa y misteriosa. Todo lo contrario, el tema central es el arte, se retrata la forma en que el arte dependía del mecenazgo para existir. Tanto el director como el fotógrafo lograron plasmar a lo largo de toda la trama los elementos bases de la pintura barroca, desde los claro-oscuro hasta las diferentes perspectivas de fondo, como bien dice Julio Rodríguez Chico:

Magistral es la fotografía del portugués Eduardo Serra, que lo mismo capta el tono cálido que un candil arroja sobre un interior en penumbra, que la luz blanca que penetra por la ventana para incidir en el rostro de la joven Griet, o esos tonos azules que bañan el ambiente nocturno de la casa. Cada uno de los planos está tratado con una minuciosidad y belleza como pocas veces se han visto, con una estudiada composición en la que cada detalle es recogido por la cámara con sutileza y elegancia (Rodríguez 2003: 1)

Para ambientar la casa del pintor se usaron, como base, los cuadros titulados Dama con dos caballeros (1659), La alegoría de la fe (1670) y The concert (1664), de los cuales se extrajeron el piano, las ventanas y el desván para recrear en la pantalla la luminosidad de los cuadros costumbristas del artista. Dentro de la película se presentan además Mujer con jarra de agua (1662) y La muchacha del collar de perlas (1664) como lienzos en proceso de creación, debido a este recurso se obtuvo un juego barroco, por llamarlo de algún modo, donde las obras del artista están insertadas en otro bosquejo, sólo que más grande y con movimiento.

Durante el desarrollo de la trama también hay algunas escenas entre Vermeer y Griet donde él, además de enseñarle los materiales de dónde se obtienen las pinturas, como el granate, carbón animal, malaquita y aceite de linaza, la hace observar los matices en las nubes y le explica cómo se hace un cuadro, desde el boceto, la capa base del color y la posterior añadidura de los detalles para crear saturación. Para los espectadores que desconocen el proceso de este arte, sirve como una introducción que le ayuda a concientizar su entorno, a pensar más allá de los colores evidentes. Debido a lo anterior y a la duda razonable sobre si hubo sentimientos profundos entre los protagonistas, La chica de la perla, es un film que atrapará al espectador por su sencilla narración y le permitirá sumergirse en el mundo del arte barroco holandés. Los expertos y el público general disfrutaran con el final abierto y su posible significación.

 

Fuentes de consulta

Rodríguez Chico, Julio. 2003. “Una joya de luz y color”, La butaca.

Disponible en: http://www.labutaca.net/51sansebastian/lajovendelaperla9.htm