KARINA ERIKA ROJAS CALDERÓN
Profesora de la Facultad de Artes y Diseño.

Introducción

En la búsqueda de la belleza absoluta como prioridad en la realización del objeto artístico como una reacción al materialismo imperante de la era industrial, se asigna al arte autonomía propia, que genera una exploración individual e introspectiva en confrontación a la sensibilidad romántica en su gusto por el mal, la perversión, la degeneración y la fascinación por el defecto y las desviaciones sexuales.

Ante la denuncia de ambición y codicia en la sociedad capitalista, se desarrolla una perspectiva en el arte desde la reflexión y búsqueda de la superioridad moral en los cánones de belleza basados en los artistas anteriores al gran Rafael Di Sanzio, así como la guía estética y moral de la Edad Media.

Esta sociedad se conocerá como la Hermandad de los Prerrafaelistas, en la que el desarrollo económico estará acompañado de una preocupación moral, enfocados también en programas asistenciales ente la situación crítica a la cual se enfrentaban ante los cambios políticos sucedidos en Inglaterra en el año de 1838 con la coronación de Victoria.

Esta hermandad buscará su estructura en la conformación de los gremios medievales, en los que el artesano diseñaba y ejecutaba el trabajo, teniendo como uno de sus objetivos el reconocimiento, respeto y recuperación de las tradiciones.

Así, la guía y motivación del arte prerrafaelista es la existencia, la presencia de la vida; un mundo aislado y autónomo posterior al servicio del placer, que genera una verdadera metafísica de la belleza.

 

Edward Coley Burne –Jones, prerrafaelista

Oxford comienza a configurarse como una piedra angular en el resurgimiento espiritual de la Inglaterra moderna del siglo XIX, así como de su reflejo a partir de los cánones estéticos medievales.

La amistad que surgiría entre William Morris y Burne-Jones, nacido en Birmingham en 1833, se dará a partir de una motivación en la búsqueda de ideales estéticos semejantes. Morris era un apasionado por el arte y la arquitectura, mientras Burne-Jones se interesa por el dibujo y los planteamientos técnicos y estéticos de los vitrales góticos.

Como se observa en los que escribiera Burne –Jones en el año de 1854:

“Y en mi espíritu he visto imágenes de otros tiempos: la abadía, largas procesiones de creyentes, banderas con cruces, sotanas y báculos episcopales, alegres caballeros y damas a orillas del río, caza con halcones, el boato de la edad media. Yo estaba tan enloquecido y fuera de mí que tuve que arrojar piedras al río para liberarme del sueño. No recuerdo haber vivido antes un éxtasis tan indescriptible y de tanta intensidad que pareciera como mi frente quisiese estallar”1

En las obras de Ruskin y Hardy se aprecia íntima expresión de sus sueños y sus pasiones. Es el momento de admiración por Keats, Coleridge, Carlyle, Fouqué, Grimme, Lewis y Poe.

El concepto de la belleza surge como cualidad autónoma, dando primacía a la imaginación y la originalidad; La relevancia de su carácter didáctico, al defender los elementos fantásticos como principales creadores de la esteticidad del arte. La inteligencia se ocupa de la verdad y la moral del deber; es el gusto, la imaginación y la creatividad que tienen por función y objetivo la belleza, misma que no es eterna ni absoluta, pero que en su particularidad en el concepto es dual ya que en él reside algo de atemporal y efímero, así como su definido y absoluto. Por ello no habría de sorprender que en esta noción, cada artista generara su particular e individual visión y expresión de la belleza.

Así, el héroe moderno que busca la justicia y la verdad será replanteado desde el ideal con una tendencia a la revisión moral de época que surge de las lecturas recopiladas de Sir Thomas Malory , en las que se apreciaba, de buena lectura, las narraciones épicas del rey Arturo, los caballeros de la mesa redonda, la búsqueda del Santo Grial, las aventuras románticas y la visión mitológica clásica a través de la interpretación simbólica.

Su postura se motiva a partir de la expresión en el eufemismo moral, en el sutil gusto y proclividad por los gustos carnales, el adulterio y los vínculos pasionales opresivos, hechos que generan la alegoría. Así, el desarrollo del prerrafaelismo encontrará posteriormente una transformación de sus primeros ideales llenos de puritanismo, una inmersión fantasiosa que será expresada partir de lo íntimo de los sueños, hasta el rebuscamiento de la belleza con una tendencia erotizante que funge como recurso de la imagen simbólica.

 

La representación simbólica del Método de elevación en Burne-Jones

Lo que señalara Erwin Panofsky como concordancia factual en espacio y tiempo entre las manifestaciones – el estilo- y las convenciones para su correcta interpretación, se plantea no sólo a partir de los hechos históricos sino a través de la manifestación de las estructuras de pensamiento de época.

Sin embargo, al hacer referencia a lo que Panofsky plantea como la expresión de un conocimiento poco profundo, pareciera que existen hábitos que surgen en la Edad Media que serán retomados y reconfigurados por los prerrafaelistas. Uno de estos hábitos surge a partir del “Anagogicus mos” o Método de elevación de Suger, cuyo antecedente se percibe en las discusiones derivadas de la Controversia Iconoclasta y en los argumentos que se generan de las construcciones religiosas en su reflejo moral, como lo planteara en su libro “Arquitectura gótica y pensamiento escolástico”:

“Las doctrinas sucesivas sobre temas tales como la relación entre el alma y el cuerpo o el problema de los universales se reflejan lógicamente en las artes figurativas…”2

Las ideas de Aby Warburg, y por ende, los conceptos esbozados por la escuela derivada del Método Iconológico se plantean a partir de la investigación y análisis de las constantes simbólicas, de estilo y de imágenes; ello permite concebir al objeto artístico como un simple síntoma o manifestación cultural. La cuestión es todo lo que implica ese síntoma; Una tensión psicológica y deseo de expresión en tensión, y precisamente exponer esas “tensiones” es lo que hace de la producción artística algo más que un mero objeto de contemplación.

En la búsqueda de constantes de época, existe lo que Hermann Bauer plantea en relación a la obra de Panofsky como las constantes de pensamiento y el reconocimiento del desarrollo en la Historia de la Cultura.

De este análisis crítico e interpretación cultural que realiza Panofsky en relación al desarrollo artístico, a partir del método iconológico, se observa un interés por la investigación de constantes en el pensamiento generacional y su manifestación en el estilo y las imágenes simbólicas; así como la indiscutible presencia y manifestación del Método de Elevación en la creación artística del artista prerrafaelista Edward Burne- Jones en continuidad con los métodos y conceptos expuestos en el Medioevo, y retomados por el artista con fines de introspección como detonante creativo.

El Método de Elevación como factor determinante en algunas teorías del conocimiento teológico durante la Edad Media, su relevancia ideológica, así como en los procesos de representación y en la evocación nostálgica de la realidad en Burne-Jones, generan una serie de reflexiones sobre la nueva concepción del artista que nos guían a la trascendencia en el proceso creativo del artista, su autonomía y renovación subjetiva.

El desarrollo histórico y conceptual del proceso creativo, que se observa sobre todo en la obra de Burne- Jones, se da a partir de los procesos y niveles de representación, al igual que en la relación entre el sujeto y el objeto, hecho que se determina a través de una serie de conceptos como son: La representación, el concepto de imitación (imitatio), la función de las facultades del alma como son la imaginación (imaginatio) y la fantasía (phantasia), y creatividad. Así se plantea en el énfasis que se da a partir de prácticas que surgen de los factores ideológicos y del espíritu religioso como en la experiencia mística y el concepto neoplatónico de emanación.

Por ello, el “Anagogicus mos” es una evidencia de lo que fuera una postura de la Hermandad Prerrafaelista y de búsqueda constante del concepto de belleza en su acepción contradictoria, y de sobre manera en Sir Edward Burne-Jones al retomarlo como un hábito mental adquirido de manera consciente y a consecuencia de la admiración diacrónica de los valores y la superioridad moral de la Edad Media, como método de construcción en el mismo proceso creativo.

De tal manera que el vehículo para lograr esta transferencia de lo material a lo inmaterial es la búsqueda de la belleza como la manifestación divina ante los valores perdidos en la sociedad materialista, así como el reflejo de lo eterno, por medio de la manifestación de temas atemporales, llenos de misticismo y con referencias a la ritualidad presente en un redescubrimiento de lo mítico del pasado y sus manifestaciones simbólicas.

Un ejemplo de ello se aprecia en la obra de “La escalera de oro” de Sir Edward Burne- Jones en la que se evoca la elevación espiritual a través del símbolo de la escalera como un elemento de unión entre la divinidad y la naturaleza terrena. Uniendo las tradiciones religiosas mitraicas, judaicas, cristianas, alquimistas y gnósticas, al recurrir a símbolos y atributos como son la mitra, el arca, las artes liberales, las virtudes y al dualidad entre el paraíso y el infierno.

Mostrada como un parangón entre los doce escalones, los niveles de elevación espiritual y las esferas planetarias que el alma debe de transitar para poder alcanzar el nivel más alto de conocimiento, apoyado por las siete artes liberales que fungen como un símbolo del camino para alcanzar el camino al nivel superior de conocimiento.

Esta “scala dei” era lo que se percibía en la Edad Media como las prácticas que generaban la ascensión espiritual a través de la práctica cotidiana de la oración.

La escalera en la representación de Burne-Jones es un eco del simbolismo alquimista de la estructura del universo, en su construcción dual; cuerpo y espíritu, inteligencia y sentimiento, lo masculino y lo femenino. Obstinada y permanente búsqueda de lo eterno femenino en una belleza idealizada con una resonancia de lo moral; mujeres que despiertan sensaciones y pasiones reprimidas.

 

Reflexiones finales

La construcción de un mundo mágico, lleno de añoranza y misticismo de Sir Edward Burne-Jones es una necesidad por huir del presente, del dolor y la tragedia, como un remanso frente al materialismo imperante de la era industrial.

La confrontación entre el esteticismo y la estética medieval se centra en el empleo de símbolos y la representación de alegorías en la evocación de la idea de salvación a partir de las tradiciones y convenciones de lo ideal en el pensamiento del Medioevo. En donde las pasiones se disuelven en meditaciones, en oración y en la melancolía del artista que se expone en su búsqueda por la verdad a través de la nostalgia por las estructuras del pasado. El simbolismo de aquello que genera el apego y las tendencias posesivas que residen en el espíritu no es más que el desencanto de la existencia del mal y la miseria como parte de la naturaleza humana, cuya ventana al paraíso es la creatividad como manifiesto del estado áureo de la mente.

La influencia estilística de Rossetti es modificada a partir de la frialdad de la estética de Burne-Jones, en su carencia de sensualidad y la constante perspectiva frontal y lateral que atenúan el dramatismo, en donde el trance hipnótico de las formas sólo evocan en su ascensión espiritual comparada con la muerte como un sueño mitológico del que no se puede despertar.


Referencias

  1. Metken, Günten, Los prerrafaelistas, Barcelona, Editorial Blume, 1982. Pág. 119

Bibliografía

  • Mason, Antony, El Arte Moderno, ,Brasil , Callis editora, 2005
  • Metken, Günten, Los prerrafaelistas, Barcelona, Editorial Blume, 1982.
  • Panofsky, Erwin, Arquitectura gótica y pensamiento escolástico, Madrid, Ediciones La Piqueta, 1986.
  •  ___________, Idea, Madrid, Ediciones Ensayos Arte Cátedra, Cuarta edición,1981.