ULISES ROSAS GARCÍA
Doctor en Artes y Diseño, Facultad de Artes y Diseño-UNAM
I ntroducción
Dentro de la gran cantidad de imágenes representativas de la figura oscura en la actualidad (bajo la forma de demonios y criaturas de la noche) hallamos una colección de atributos antropomórficos que conforman estas figuras; siendo precisamente estas características físicas aquello que más reconocemos dentro de las mismas. Sus fisionomías nos causan no solamente temor sino también repulsión y un sentimiento de misterio, de misticismo que no alcanzamos a explicarnos pero que, indiscutiblemente, funge en gran medida como autor del miedo que profesamos a la imagen maligna.
Pero estos atributos no siempre fueron vistos con horror por las personas y mucho menos formaron parte del colectivo maligno en el imaginario humano, asimismo, la imagen antropomórfica que relacionamos en gran medida con la oscuridad no es tan moderna como parece ser y no se remonta a la Edad Media; sus orígenes distan tan lejos como el inicio de la civilización humana, en el tiempo en que el hombre se escondía en cavernas para protegerse de lo ignoto y la oscuridad.
La imagen antigua dentro de la magia y la adoración a la naturaleza
Uno de los primeros registros que tenemos acerca de figuras antropomórficas a las que el hombre pudo dotar de cualidades mágicas y poderes sobrenaturales son las halladas dentro de las pinturas rupestres. Estos registros cuidadosamente detallados comprenden no solo escenas de cacería, contenían también las representaciones de trampas para capturar animales, diversos motivos para ellos cotidianos y otras imágenes que probablemente tuvieran un significado mágico para aquellos hombres que las representaron, por supuesto, eran más que simples representaciones del quehacer cotidiano o simples registros de las cacerías, eran una poderosa idea: Usar imágenes como una herramienta mágica para alterar el destino, atraer buena suerte, proporcionar una cacería exitosa o protección para los miembros de las tribus prehistóricas.
En la actualidad podemos encontrar tribus apartadas de la civilización que aún practican ritos mágicos que pueden arrojar cierta luz acerca del proceder de nuestros antepasados: Johannes Maringer, narrando una expedición de Leo Frobenius en África Ecuatorial en 1905 narra que los miembros de la tribu pigmea realizaban un ritual muy parecido a los que se ven en las cavernas, siendo que los pigmeos lo realizaban en el suelo para atraer fortuna en la cacería: “Los hombres limpiaron un trozo de terreno y lo aplanaron, tras esto uno de ellos se agachó y dibujó algo en la arena. Mientras los cuatro murmuraban algún tipo de fórmula mágica, tras un momento de silencio, uno de los hombres se adelantó y sacando su arco dio un paso adelante hacia el dibujo, y cuando los rayos del sol dieron sobre la figura dibujada, la mujer levantó sus manos rápido hacia el cielo, como queriendo tomar el sol, y tras decir algo que Frobenius no entendió, el hombre del arco disparó su flecha hacia el dibujo del suelo…”1
Este proceder podría explicar un uso mágico para los elementos pictóricos que han sido hallados dentro de las cavernas del hombre prehistórico, y más aún, dentro de las imágenes se pueden hallar diversos motivos en los que el antropomorfismo es evidente siendo un posible indicio de la creencia primitiva de poder “poseer” la fuerza de los animales simplemente representándolas icónicamente y fusionándolas con la representación humana.
La posesión de las fuerzas naturales mediante representaciones pictóricas
La imagen es una representación mágica muy poderosa, tiene una gran significancia para la mente humana puesto que permite darle forma a nuestra imaginación; crear una forma tangible para que las personas puedan comprender una idea o darle significancia a eventos naturales, fue el peso de las imágenes lo que ayudó a las conversiones religiosas de los pueblos mesoamericanos y es sin duda el principal difusor de la forma e imagen del mal que reconocemos en la actualidad.
Nuestros antepasados prehistóricos comprendieron esto hace milenios y dejaron testimonio de sus posibles creencias dentro de los muros en las cavernas en que vivían, un ejemplo lo podemos encontrar en Grotte des Trois Freres en Francia: En esa cueva se puede ver un detalle de una procesión de animales destacando entre ellos un shamán disfrazado de bisonte y llevando lo que parece ser una flauta mientras danza; los detalles del disfraz nos muestran los cuernos del bisonte, la cola y la piel del animal en la espalda del danzante, tal vez una piel y partes de bisontes cazados por los moradores de esa cueva, delante de este danzante se ven figuras de ciervos siguiendo tal vez la tonada del shamán 2.
En estas paredes también hay animales cuyos dibujos aparecen mutilados o incompletos, a veces sin orejas, cuernos u otra parte de sus cuerpos, para Maringer esto es una omisión deliberada del artista para evitar que el animal pudiera usar sus sentidos u armas naturales en contra de los cazadores primitivos, e incluso el pintar elementos de ciertos animales dentro de la figura humana podía ser un ritual para acceder a la fuerza natural de estas bestias que el hombre primitivo admiraba.
Conclusiones
En estas representaciones pictóricas hallamos un origen en la estructura icónica de las futuras divinidades de la oscuridad adornadas con los atributos de fuerza y sexualidad que el hombre primitivo admiró en los animales, estas representaciones pueden verse en las divinidades fenicias, babilonias, sumerias. Pero fueron rechazadas por los griegos en su afán de conseguir la “belleza perfecta” y plasmarla en la figura divina, para Paul Cartledge los griegos tienen “cierta responsabilidad” por nuestra adoración al cuerpo, al gimnasio y a la eterna juventud y, por obvias razones, al desprecio teológico de las formas antropomórficas que surgiría en el advenimiento del monoteísmo.
Pero como hemos visto, las ideas icónicas de la fuerza natural plasmada en las pinturas rupestres por el hombre prehistórico resuena en las culturas anteriores a la helénica (con excepción del pueblo hebreo post-Salomónico), las formas divinas en la figura de Inanna y de Baal en las que se hallan atributos antropomórficos, la idea de controlar el poder de los animales omitiendo en sus imágenes sus formas más terribles (como se puede ver en el Libro de los Muertos de Ani) todo esto nos muestra un origen diferente en el uso del antropomorfismo para representar poder y virilidad, y es precisamente este origen uno de los más interesantes cuando se estudia la actual figura de la oscuridad.
Referencias de citas
Maringer, Johannes, The Gods of Prehistoric Man, Great Britain, London, Weidenfeld and Nicolson, 1960. Pág. 92
Idem, Pág. 101
Bibliografía
• Maringer, Johannes, The Gods of Prehistoric Man, Great Britain, London, Weidenfeld and Nicolson, 1960.
• Cartledge Paul, The Greeks, A Portrait of Self and Others, Great Britain, Oxford University Press, 2002
• Jacobsen, Thorkild, The Treasures of Darkness A history of mesopotamian religion, Great Britain, Yale University Press, 1976
• Heebel, P. Nils, Pazuzu, Archaologische Und Philologische Studien Zu Einem Alt-Orientalischen Damon (Ancient Magic and Divination), Germany, Brill Academic Publishers, 2002
• Goelet, Ogden Jr, Faulkner, Raymond O., Andrews, A. R. Carlo, Gunther, Daniel J., Wasserman, James, The Egyptian Book of the Dead The Book of Going Forth By Day, Specialty Book Marketing Inc & Studio 31 Inc, 2012
Imagen de portada
Winged Bull, Palace of Sargon II in the Musee de Louvre. http://www.everystockphoto.com/photo.php?imageId=907487